Suena el despertador. Por
fin llega el día. Ese día que tanto esperaba. ¡Aún no me creo que vaya a estar
con Abraham Mateo! Son las 10:00 de la mañana, llegará sobre las 12:00 del
mediodía. Bajo a la cocina y me preparo el desayuno; leche con cereales. Estoy
nerviosísima, me duele mucho el estómago. Me pasan los minutos demasiado lentos.
Enciendo la televisión para distraerme un rato. Llaman al timbre. Voy corriendo
a abrir y está ahí, Abraham Mateo, delante de mí, mirándome. No puedo evitar
llorar, y lo abrazo con mucha fuerza, durante un minuto largo.
-¿Cómo estás, guapa? –pregunta con una sonrisa de oreja a oreja.
Me quedé flipada, en persona es guapísimo, igual que en las fotos.
-¿Cómo voy a estar? Contentísima de que estés aquí, a mi lado –contesto con lágrimas en los ojos.
-Me alegro de que estés bien, a mí me gusta ver que mis Abrahamnistas estén felices.
Junto a él va Jacobo, como ya esperaba, y también le di un abrazo enorme.
-Papá, mamá, ¡han llegado Abraham y Jacobo! –grito con todas mis fuerzas para que me escuchen.
Mientras, les digo que pasen al comedor.
Mis padres vienen al comedor a saludarles, y hablar un rato con ellos.
Abraham se ha sentado a mi lado, en el sofá.
-Abraham, ¿sabes que tienes a mi hija loca por ti? No habrá día que no hable de ti –dice mi padre riéndo.
-Ay, muchas gracias, eso es lo mejor que me pueden decir –dice, y me da un beso en la mejilla.
Con ese beso casi me desmayo, me he puesto muy colorada.
-Y, bueno, ¿cómo ha pasado eso de que te quieres llevar a mi hija de vaciones? –pregunta mi padre.
Abraham le contó todo lo que pasó y tal.
-Por favor, papá, déjame irme con él, te lo ruego. Es lo mejor que me podría pasar.
-Venga, vale, llévate a mi hija. Pero cuídala, ¿eh? –dice mi padre a Abraham.
-Claro que la cuidaré, es una Princesa Traviesa, pero seguro que se portará bien. ¿A qué sí, Sara?
-Por supuesto, a tu lado todo el mundo se porta bien –digo con una sonrisa.
-¿Por cuánto tiempo te la llevas? –pregunta mi padre.
-Hasta finales de Agosto –contesta Abraham.
Le digo a Abraham si me quiere acompañar a mi habitación, para enseñársela y así también me preparo la maleta. Mientras, Jacobo se queda bajo hablando con mis padres.
-Qué bonita es la habitación –dice Abraham entusiasmado.
-Tú sí que eres bonito –digo.
-Ay, muchas gracias, de verdad –dice.
-Quería darte las gracias por todo esto que estás haciendo por mí, es lo más bonito que me está pasando. Muchísimas gracias. Te quiero mucho –le digo llorando y le doy un abrazo más grande que el que le había dado bajo, en la entrada de mi casa.
-Gracias a ti, por todo tu apoyo –dice emocionado.
Tras un gran rato de hablar, me acabo de preparar la maleta. Pesa más que una vaca en brazos, ya que llevo ropa para más de un mes. Bajamos bajo, y aún se encuentra Jacobo hablando con mis padres.
-Jacobo, ¿nos vamos pa Madrid ya? –pregunta Abraham.
-Sí, venga, vamos –contesta.
Les doy un beso enorme a mis padres y les despido.
-Hasta dentro de un mes. Os quiero –les digo.
-Nosotros también te queremos. Pásatelo muy bien, ¿vale? –dice mi madre.
-Por supuesto que me lo pasaré bien.
Me quedé flipada, en persona es guapísimo, igual que en las fotos.
-¿Cómo voy a estar? Contentísima de que estés aquí, a mi lado –contesto con lágrimas en los ojos.
-Me alegro de que estés bien, a mí me gusta ver que mis Abrahamnistas estén felices.
Junto a él va Jacobo, como ya esperaba, y también le di un abrazo enorme.
-Papá, mamá, ¡han llegado Abraham y Jacobo! –grito con todas mis fuerzas para que me escuchen.
Mientras, les digo que pasen al comedor.
Mis padres vienen al comedor a saludarles, y hablar un rato con ellos.
Abraham se ha sentado a mi lado, en el sofá.
-Abraham, ¿sabes que tienes a mi hija loca por ti? No habrá día que no hable de ti –dice mi padre riéndo.
-Ay, muchas gracias, eso es lo mejor que me pueden decir –dice, y me da un beso en la mejilla.
Con ese beso casi me desmayo, me he puesto muy colorada.
-Y, bueno, ¿cómo ha pasado eso de que te quieres llevar a mi hija de vaciones? –pregunta mi padre.
Abraham le contó todo lo que pasó y tal.
-Por favor, papá, déjame irme con él, te lo ruego. Es lo mejor que me podría pasar.
-Venga, vale, llévate a mi hija. Pero cuídala, ¿eh? –dice mi padre a Abraham.
-Claro que la cuidaré, es una Princesa Traviesa, pero seguro que se portará bien. ¿A qué sí, Sara?
-Por supuesto, a tu lado todo el mundo se porta bien –digo con una sonrisa.
-¿Por cuánto tiempo te la llevas? –pregunta mi padre.
-Hasta finales de Agosto –contesta Abraham.
Le digo a Abraham si me quiere acompañar a mi habitación, para enseñársela y así también me preparo la maleta. Mientras, Jacobo se queda bajo hablando con mis padres.
-Qué bonita es la habitación –dice Abraham entusiasmado.
-Tú sí que eres bonito –digo.
-Ay, muchas gracias, de verdad –dice.
-Quería darte las gracias por todo esto que estás haciendo por mí, es lo más bonito que me está pasando. Muchísimas gracias. Te quiero mucho –le digo llorando y le doy un abrazo más grande que el que le había dado bajo, en la entrada de mi casa.
-Gracias a ti, por todo tu apoyo –dice emocionado.
Tras un gran rato de hablar, me acabo de preparar la maleta. Pesa más que una vaca en brazos, ya que llevo ropa para más de un mes. Bajamos bajo, y aún se encuentra Jacobo hablando con mis padres.
-Jacobo, ¿nos vamos pa Madrid ya? –pregunta Abraham.
-Sí, venga, vamos –contesta.
Les doy un beso enorme a mis padres y les despido.
-Hasta dentro de un mes. Os quiero –les digo.
-Nosotros también te queremos. Pásatelo muy bien, ¿vale? –dice mi madre.
-Por supuesto que me lo pasaré bien.
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